El año pasado en el mes de Julio recibí una retahíla de mensajes electrónicos de personas molestas por un comentario que hice en la sección de La Contra del diario La Vanguardia de Barcelona el miércoles 23 del mismo mes.
El periodista Víctor Amela me preguntó qué había aprendido en la Universidad Autónoma de Bellaterra, en Barcelona, cuando estudié Periodismo. Mi respuesta fue “Nada. Cuanto más faltaba a clase, mejor nota tenía”.
Me gustaría dejar claro a qué me refería. En primer lugar, así es como lo veo. No creo que mi paso por la UAB me aportara nada especialmente relevante a nivel académico. Dicho esto, he de añadir que, primero, esa fue la situación vivida hace 30 y, segundo, que no fue un problema de profesorado. De hecho, tuve profesores excelentes. El problema era el plan de estudios.
¿Por qué digo que no aprendí nada? Porque ese plan de estudios estaba basado en memorizar. Para memorizar, nada mejor que un pen drive. La universidad no puede centrar su función en que el alumno memorice como si fuera una máquina carente de razonamiento. Por supuesto, la universidad tiene que aportar un sólido caudal de conocimiento al estudiante, pero su labor fundamental es otra muy distinta.
Lo que hay que potenciar es el pensamiento crítico, el análisis y la innovación, que son las que nos llevarán a ser realmente competitivos. España no va a convertirse en un país punta a base de memorizar. Eso es una aproximación medieval a la educación.
Por otro lado, el plan de estudios de la época no incluía una vertiente práctica efectiva para facilitar la inserción del alumno al mundo laboral. Mi especialización fue la televisión y, cuando comencé a trabajar en el medio, tardé varios años en comprender y dominar el formato televisivo, algo que hubiera podido aprender en la universidad. Ese conocimiento técnico, en su momento, me hubiera hecho mucho más competitivo y sin duda me hubiese ahorrado mucho tiempo.
Los países más ricos, prósperos y avanzados son aquellos que también tienen las mejores universidades. Una universidad pujante e innovadora y liderada por profesores capaces es vital para el futuro de nuestro país. Es necesario dedicarle los recursos que se merece. El futuro son la innovación y el conocimiento y las universidades, como es lógico, tienen que jugar un papel muy importante en ese terreno.
Dicho esto, por favor, que nadie se ofenda tanto por mis palabras. Apliquemos un poco más de humildad al tema y, sobre todo, más realismo.
Hay diversas organizaciones que miden el éxito académico y con diferentes resultados. Mencionemos algunas. Según The Times Higher Education, la primera universidad española que aparece en el ranking mundial lo hace en el número 164. Se trata de la Pompeu Fabra. La segunda es precisamente la UAB, ya en el número 226.
Según Academic Ranking of World Universities, la primera es la UAB en el lugar 201.
Según las últimas estadísticas aportadas por QS World Academic Rankings, la primera también es la UAB, en el número 176. Ya hay varias universidades latinoamericanas mejor posicionadas, como la Universidad de São Paulo (Brasil) en el lugar 139 y la Universidad Autónoma de México en el 146.
Aunque España tiene excelentes escuelas de negocios, los números dejan claro que nos encontramos a una distancia abismal de dónde deberíamos estar en cuanto a la calidad general de nuestras universidades. Sencilla y llanamente, nos falta mucho para estar a la altura de otros países a la hora de crear los profesionales que necesita la economía del presente y del futuro. No generamos la investigación, el conocimiento y la innovación necesarios. Según las Naciones Unidas, España es la economía número 13 del mundo. Parece obvio que nuestra excelencia académica no se corresponde con el peso de nuestra economía, así que creo que sería más efectivo centrarse menos en rasgarnos las vestiduras y, por el contrario, enfocarnos el resolver el problema. Tenemos excelentes profesionales. Aprovechémoslos. Aplaudamos lo que se está haciendo bien y potenciémoslo, pero, especialmente, enfoquémonos en mejorar esta situación.
(Nota: El mensaje general de este tema es aplicable a varios países latinoamericanos).
Esta Publicación es proporcionada y de autoría de Pablo Gato, CEO of Gato Communications